lunes, 27 de diciembre de 2010

JUAN LUIS VIVES

" En todo centro de enseñanza debieran reunirse los maestros cuatro veces al año y discutir el modo de ser de cada alumno para encaminarlo a la clase de estudios para la que presenta mayores aptitudes. El premio del estudio no es el dinero ni la posición, sino la cultura del espíritu, que es cosa del más excelso e incomparable valor, más instruido y más virtuoso"  . 


1. Infancia y educación en Valencia (1492-1509)

Juan Luis Vives, vástago de una familia, que había ya aportado literatos y eruditos a la España renacentista, tuvo como progenitores a Luis Vives y Blanca March. Su nacimiento, el 6 de marzo de 1492, llenó de gozo cumplido el hogar, sobradamente desahogado, de los Vives. Blanca March, madre de Vives, pertenecía a una más ilustre ascendencia que su marido y de mayor raigambre valenciana. Esta prosapia asoma ya en la misma conquista de Valencia por Jaime I, en la persona de Jaime March de Gandía.

Vives inició su educación, a nivel universitario, en su misma ciudad natal, pocos años después de fundado el Estudio General de la Universidad de Valencia, en 1502. Vives asiste al Estudio General de Valencia, de 1507 a 1509. Su madre había muerto en 1508. Algunos meses después de la muerte de su madre, es enviado a París a continuar sus estudios universitarios en la Sorbona, universidad de renombre universal.



2. Estudios en París (1509-1512)

En 1509 arribó a París, dispuesto a completar allí sus estudios universitarios. Por entonces el Estudio General de la Sorbona era el foco de atracción de todos los estudiantes de Europa. Sus maestros eran los de mayor reputación del mundo. Junto con Bolonia, Oxford y Salamanca, París constituía el centro de mayor atracción intelectual de Europa.

Por este tiempo, escribió Vives algunos opúsculos, como el Jesu Christi Triumphus, en 1514. Es la primera obra de Vives, y como tal adolece de una cierta exuberancia verbal, que el autor irá cercenando y moderando en sucesivas publicaciones. Es interesante este momento de la vida de Vives.

Con el Triunfo de Cristo, el Astronomicom de Higinio y poco después la Ovación a la Madre de Dios, comenzó Vives su escarceo literario, poco después de su brillante titulación académica en la Sorbona de París. Más tarde, días antes de cerrarse la luz de sus ojos, a la edad, temprana aún, de los cuarenta y siete años, da término a la mejor y más sólida de sus obras, la apología titulada De veritate fidei christianae, testimonio el más elocuente de su capacidad intelectual y de la solidez de sus convicciones religiosas. Son estas obras el alfa y el omega de la intensa actividad de Vives, como escritor, que fue siempre in crescendo hasta el final de su vida, a pesar de las múltiples y serias dolencias que le aquejaron. Entre estas dos publicaciones hay que situar su obra ingente, un verdadero mare magnum, donde Vives fue vertiendo el caudal cada vez más depurado de la fuente de su sabiduría y de su espíritu profundamente observador y amante de la más refinada cultura.

Su permanencia en París debió prolongarse hasta 1514, con diversas excursiones más o menos prolongadas a Brujas. Allí es donde Vives conoció poco después a Erasmo. Desde allí, el árbitro de las Letras de su tiempo mantenía contacto con los principales maestros de la universidad de Lovaina. Allí fue también donde Vives trabó amistad con la familia Valdaura, valencianos de origen, y conocidos en Brujas como unos de los más importantes comerciantes de la ciudad y una de las familias mejor relacionadas. Con una de sus hijas, Margarita, Vives se casaría más tarde, en 1524.

Terminados los estudios en París e iniciada allí mismo su tarea como escritor y ayudante de cátedra, Vives volvería algunas veces a esta ciudad, siempre contento de reunirse con sus antiguos maestros y algunos de sus compañeros de estudio.



3. Primera estancia en Brujas (1512-1516)

Para cuando en 1514 escribió Vives sus primeras obras, nuestro biografiado había abandonado definitivamente París. Vivió primero en Brujas, al menos esporádicamente, de 1512 a 1517. Después en Lovaina, de 1517 a 1523. Fue este un período de gran actividad pedagógica y literaria. Después, en 1523, hizo su primer viaje a Inglaterra, donde le esperaban triunfos y reveses.

Los Valdauras, que desde el primer momento le acogieron con los brazos abiertos en Brujas, eran una familia emparentada con su madre. Vives encontró en esta familia el calor perdido de su hogar paterno. Por eso se siente ligado a los Valdauras, primero por el lazo del afecto agradecido y más tarde por el lazo más fuerte, sellado por el matrimonio, contraído con Margarita, hija de esta familia. Los Valdauras pertenecían a una de las familias más acomodadas de Brujas. Su vinculación con los Vives era muy antigua. Esta familia y la ciudad de Brujas, donde los Valdauras vivían dedicados al comercio, gozando de extraordinaria reputación, significó mucho en la vida de Vives en el decurso de los años.

A partir de 1514, la biografía de Vives sufre un eclipse de casi tres años. De una manera clara no aparece hasta 1517. Entonces le vemos ya en Lovaina, entre otros candidatos, guía y pedagogo del joven obispo de Cambrai, adolescente de grandes prendas y de un porvenir que se adivinaba extraordinariamente brillante. Para esta fecha, el prestigio de Juan Luis Vives había crecido tanto, que en 1516 la ciudad de Valencia había interpuesto su valimiento e influencia ante el nuevo monarca de España, Carlos V, para la resolución de un pleito que tenía planteado la universidad de Valencia con unos sujetos —los Padres Jesuitas— que habían llegado de Roma con bulas de la Santa Sede para impartir por su cuenta grados académicos superiores. 

A partir de 1515, durante su prolongada estancia en Brujas, hay indicios de que Vives se trasladó repetidas veces a Lovaina, donde su universidad representaba entonces un avance positivo en los métodos teológicos y en la tendencia favorable al humanismo renacentista, frente a la insistente resistencia al mismo mantenida tenazmente por la Sorbona.

Desde 1518, lo vemos de lleno entregado a los estudios y a la formación integral del prometedor Guillermo Croy, encumbrado a los más altos cargos eclesiásticos en plena adolescencia.



4. Estancia de Vives en Lovaina (1517-1523)

Ya en la estudiosa ciudad de Lovaina, donde el joven Guillermo Croy vivía entregado a los estudios eclesiásticos, bajo la tutoría de Juan Luis Vives, varios otros adolescentes de familias distinguidas solicitaron también la dirección de tan prestigioso maestro, quienes ansiosos le eligieron también como preceptor y guía de su formación.

Otro de los personajes que por entonces conoció y trató Vives en Lovaina fue Erasmo de Rotterdam. La estima y reconocimiento mutuo fue profundo, sincero y duradero. Mientras Croy completaba sus estudios teológicos, Erasmo y Vives coincidieron varias veces en Lovaina. Lo cierto es que muy pronto, cuando Erasmo acometió la empresa ingente de la restitución de los Padres de la Iglesia a su primitiva pureza, encomendó a Juan Luis Vives la edición comentada de la Ciudad de Dios, de San Agustín. Fue esta obra la gran tortura del escritor valenciano durante aquellos años de Lovaina y la obra que le acredita como maestro de talla extraordinaria.

La ocupación más asidua en Lovaina por parte de Juan Luis Vives fue la enseñanza particular a un grupo de jóvenes de la alta sociedad, que compartían con Guillermo Croy sus afanes intelectuales, sus juegos y esparcimientos. Poco antes había publicado dos libros, que dieron a conocer el nombre de Vives en los más distinguidos círculos literarios de su tiempo: el In pseudodialecticos, contra algunos profesores de la Sorbona y sus métodos, y el Pompejus fugiens, que contribuyeron a potenciar su nombre.

La primera obra que conocemos de Vives es su edición de Higinio, del 31 de mayo de 1514. El año siguiente, 1515, marca una época políticamente importante en Francia, con motivo de la coronación del rey Francisco I, que tanto dará que hablar con ocasión de la lucha con Carlos V, impulsado por el deseo de la hegemonía de Europa.

Mientras tanto Vives seguía afanoso trabajando en la edición y comentarios al De Civitate Dei, de San Agustín. En este tiempo, nuestro humanista visitaría, la biblioteca del Monasterium Pratense, próximo a Lovaina, rico en aquel tiempo en códices antiguos de los Santos Padres.

En 1519 debe situarse el retorno triunfal de Vives a París, acompañando al joven Cardenal Croy. Vives llegó a la capital de Francia aureolado con la diadema de tutor y pedagogo del príncipe de la Iglesia, que ofrecía mayores esperanzas para el porvenir. Fue a la antigua sede de sus estudios universitarios, temiendo los efectos de su reciente libro In Pseudodialecticos, ataque muy duro y directo contra los métodos de muchos de los maestros de la Sorbona. Pero la verdad es que la acogida que le dispensaron buen número de ellos fue cariñosa y cordial.

En esa ocasión fue cuando Vives conoció a Guillermo Budé, el gran representante del humanismo francés, y trabó con él unos lazos de amistad que quedan bien reflejados en las cartas que de él se conservan: siete de Budé a Vives; sólo una de Vives a Budé. Vives nunca tuvo cuidado de conservar sus cartas. Otro de los personajes más famosos de su tiempo con quien Vives se relacionó personalmente y por carta fue Tomás Moro. Dicho Tomás Moro también refleja en su correspondencia con Erasmo la favorable impresión que recibió en su primer contacto y lectura de las obras de Vives.

A prinicipios de 1521, Vives había dado comienzo a su tarea de preparar la nueva edición y el comentario del De Civitate Dei, de San Agustín. Llevado de su entusiasmo juvenil, no había medido bien las dificultades de la empresa. Creyó que esta obra iba a ser más fácil de lo que luego en realidad resultó. No había hecho más que dar comienzo a esta obra, cuando la muerte se presenta alevosa e inesperadamente y de un golpe le arrebata a su egregio tutelado, que es a la vez su Mecenas, el joven Cardenal Guillermo Croy.

La muerte repentina de su pupilo fue un rudo golpe en el ánimo de Vives. No pudo resistir la tremenda impresión. En aquel momento se cerraron para él las puertas de su futuro, lleno de promesas, y los caminos de la vida se le presentaron cargados de tinieblas. Cayó enfermo y se vio obligado a dejar Lovaina retirándose en plan de reposo a Brujas. Vives no sabía entonces qué camino seguir.

Era a principios de abril de 1521 cuando Vives, enfermo y moralmente derrotado, llegaba a casa del vasco don Pedro Aguirre, capitán, de carrera militar brillante.  Llegó su esplendidez al extremo de ofrecerle, después de su curación, una casa totalmente amueblada para su uso personal. El espíritu de Vives se fue calmando y tranquilizando del sobresalto anterior, y comenzó a entregarse de nuevo a la vida intelectual. El compromiso del comentario a la Ciudad de Dios reaviva en él sus adormecidas facultades. Su vida es algún tanto precaria.

El cardenal Wolsey, hombre prepotente en el reinado de Enrique VIII, era hijo de un carnicero de Ipswich. Desempeñó al principio el cargo de profesor de Gramática en la Universidad de Oxford y luego el de capellán del rey, después de ser nombrado obispo de Lincoln, de Durham, de Winchester, arzobispo de York y Gran Canciller de Inglaterra. Creado cardenal por León X, en 1515, y después Legado a látere en todo el reino de Enrique VIII, la historia nos lo pinta como un personaje siniestro.

Vives volvió de nuevo a Lovaina. Allí lo encontramos a principios de noviembre.  A Vives le urgía adelantar y dar feliz término a la composición de los comentarios a la Ciudad de Dios, y en ninguna parte podía encontrar tantas facilidades para su trabajo como en Lovaina, con su rica biblioteca y sus sabios maestros a quienes dirigir sus consultas.

Por este tiempo, en 1522, termina sus comentarios a San Agustín, quitándose un gran peso de encima. La carta a Erasmo es muy significativa a este respecto. Esta obra, la más importante de las escritas hasta entonces por Vives, la dedica, como acabamos de decir, al rey de Inglaterra, Enrique VIII, que había comenzado a ser su nuevo protector.

Por entonces le llega el ruego de que acepte regentar en Alcalá de Henares la cátedra que ha quedado vacante a la muerte de Nebrija. Lo cierto es que Vives, desde que marchó a París, para continuar allí sus estudios en 1509, no volvió más a su patria, y por eso se le ha podido llamar el expatriado.



5. Vives en Inglaterra (1523-1528)

A principios de 1523, según opinión no infundada de Henry De Vocht, la situación angustiosa en que se hallaba Vives, después de la muerte de su mecenas, el cardenal Guillermo Croy, y ante las desgracias que se cernían sobre él y su familia, le indujeron a aceptar en principio la cátedra de Alcalá, vacante desde la muerte de Antonio de Nebrija, no sin cierta perplejidad. Consta en sus cartas su deseo de volver a España. La situación alborotada de Francia, motivada por la guerra entre Francisco I y Carlos V, le obligan a hacer el viaje por Inglaterra.

El primer contacto con Moro debió de tenerlo Vives ya en 1520, cuando en el verano de dicho año coincidieron en Calais Enrique VIII, de Inglaterra, y Francisco I, de Francia. Desde ese momento Moro y Vives se profesaron un afecto recíproco e imperecedero. Es probable que fuera él quien le hiciera disuadir de su proyecto de embarcarse para España. Allí el futuro cardenal Wosley necesitaba un maestro de latín y griego, en sustitución de Lupset, para Oxford. Vives ocuparía su cátedra con prestigio y aprovechamiento de los alumnos. Vives quedaría siempre agradecido al valimiento de su ilustre protector. Era por entonces canciller de la Universidad de Oxford el obispo de Lincoln. En el tiempo que Vives enseñó en el Colegio Corpus Christi, de Oxford, trató de hacer resurgir los estudios humanísticos en Inglaterra.

En esta época escribió algunas cartas memoriales a los soberanos de Europa en defensa de la paz y la concordia entre los príncipes cristianos. Antes, en Lovaina, había compuesto su valiente carta al Papa Adriano VI. En la primavera del 1524 había hecho un viaje a Brujas. Es un viaje que marca época en su vida. El 26 de mayo de dicho año se casa con Margarita Valdaura.

Ya para entonces su estancia en Inglaterra comenzaba a serle sumamente fastidiosa. Los aires del Támesis no iban nada bien a Vives. El habla con amargura de aquel cielo húmedo, denso y ventoso y del género de comidas muy diverso al que está acostumbrado en su añorada Brujas. Por eso suspira por volver de cuando en cuando a su nueva patria. En esta época hemos de colocar el viaje a Brujas de San Ignacio, el fundador de los Jesuitas.

Vives encontró en Oxford, entre otros, a Luis de Flandes, señor de Praet, quien le incitó a escribir la obra De subventione pauperum, primera obra ordenada a la supresión de la mendicidad y a crear una conciencia de ordenación social en favor de los necesitados y de la participación de los magistrados en la distribución equitativa de los recursos, su intervención en las instituciones de caridad, socorriendo, en lo posible, toda clase de menesterosos. Esta actitud profundamente social de Vives chocó contra el criterio dominante en su tiempo, que consideraba necesario en las ciudades la permanencia de los pobres, como medio de estimular la caridad de los ricos. Pero él proclama como deber de todos los magistrados el de trabajar para impedir toda clase de injusticias y hacer que la caridad y la concordia entre los conciudadanos reinen lo más perfectamente posible.

Muy bien acogido por Enrique VIII y su esposa, Catalina de Aragón, se preocupó Vives de orientar sabiamente la conducta de los mismos. Por este tiempo escribió para la reina su tratado sobre la Formación de la mujer cristiana y para el rey, años más tarde, el que lleva por título: Del deber del marido. Mientras tanto los regios consortes le habían encomendado al humanista español la educación de su hija María Tudor. Vives dedicó a su joven discípula el tratado sobre el Ordenamiento del estudio de los niños, uno de los mejor logrados, con atinadas observaciones, fruto de su experiencia y del conocimiento de la antigüedad clásica.

Muchas de las cartas de esta segunda etapa de Vives en Inglaterra rezuman un pesimismo muy acentuado. A ello debió contribuir, además del clima brumoso y húmedo de Inglaterra, la añoranza de su esposa, que le aguarda en Brujas junto al hogar paterno; el rudo golpe que Vives recibió cuando se enteró de la ejecución de su padre y del proceso de la Inquisición entablado contra su familia; la derrota de Francisco I, de Francia, en Pavía y consiguiente encarcelamiento, y más tarde la firma del tratado de Madrid, dejando en manos de Carlos V algunos de los estados que en vano había intentado retener el rey de Francia. Todas estas circunstancias se sumaban en el ánimo de Vives para acrecentar en él un sentimiento de angustia y de creciente desazón.

Todavía el 15 de marzo de 1525, Vives escribe una carta a Wosley proponiéndole determinadas reformas en la Universidad de Oxford; pero el 10 de mayo de este mismo año vuelve Vives a Brujas, donde encontró a su mujer con una grave infección de ojos. Allí, según expresión feliz del propio Vives, desideratus y desiderans, al año de la boda, se siente satisfecho al lado de los suyos y aprovecha la tranquilidad del hogar para llevar a feliz término algunas de sus obras, en particular el tratado De subventione pauperum, a ruegos de su protector Luis de Praet, como antes hemos dicho, publicado luego en Brujas.

En febrero de 1526 Vives llega por tercera vez a Inglaterra. Tiene algún disgusto con Wolsey, con relación a su cátedra de Oxford. Entabla relaciones con William Brount, cuarto Lord de Mountjoy, gran amigo y protector de Erasmo en Inglaterra.

En mayo de este mismo año vuelve Vives a Brujas y publica sus dos opúsculos de tema similar: De Europae dissidiis et bello Turcico y así mismo el De conditione vitae christianorum sub Turca (Brujas, 1526). 

Vives volvió a estar en Inglaterra algunos meses en 1527, de abril a junio. A él tenían encomendada los reyes la educación de su hija María Tudor. El 17 de junio deja de nuevo Londres y vuelve a Brujas. Vuelve por fin otra vez a Inglaterra, pero definitivamente se ve obligado a reintegrarse al lado de su esposa el 17 de abril de 1529. Para entonces, Vives había hablado de los tiempos difíciles que le habían tocado vivir al lado de los reyes ingleses, ¿Qué había pasado mientras tanto? Se había desencadenado con fuerza y pasión inusitada el pleito del divorcio del rey. Enrique VIII, su protagonista, se decidió a casarse con escándalo de su pueblo con su amante Ana Bolena. Inmediatamente después siguió el cisma de la Iglesia anglicana. Con ese motivo, Vives fue puesto en custodia del 25 de febrero al 1 de abril de dicho año 1528, confiado a la vigilancia del entonces embajador de España en Londres, Iñigo de Mendoza, hasta que se le dio la orden de parte del rey de abandonar Inglaterra.

Catalina de Aragón (1483-1536), hija de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, fue la que más de cerca hubo de sufrir las consecuencias de la decisión unilateral del voluntarioso Enrique VIII. Ella se había casado en 1503 con Arturo, primogénito de Enrique VII, quien al subir al trono en 1509, con el nombre de Enrique VIII, confirmó su matrimonio con Catalina, la reina consorte. De ella tuvo seis hijos, de los que sobrevivió sólo su hija María Tudor. La ausencia de descendencia masculina provocó un malestar profundo en el rey. Hacia 1525 Enrique VIII habló ya públicamente del divorcio, pretextando que su matrimonio se había llevado a cabo entre cuñados. A esto se unió su pasión por Ana Bolena. A partir de 1527 se sometió el caso a las autoridades eclesiásticas. El Papa Clemente VII se mostró al principio conciliador e indulgente, pero la firme actitud de Catalina, que se negó a aceptar como competente al tribunal nombrado para decidir el caso y las presiones de su sobrino, el emperador Carlos V, modificaron radicalmente la actitud del Pontífice. Sin tener en cuenta la decisión papal, Enrique VIII rompe definitivamente con Catalina (1531), se casa con Ana Bolena y logra que el arzobispo de Canterbury, Crammer, disuelva el matrimonio con la reina Catalina (1533), quien confinada en varios castillos del reino, muere llena de angustia en 1536. Estos hechos determinaron la ruptura de la Iglesia inglesa con Roma.

Mientras se ventilaba la causa, ni que decir tiene que Vives se colocó abiertamente frente al atropello del rey. Por eso cayó en desgracia del soberano voluptuoso. Hombre prudente, aconsejó a Catalina que callara, porque veía el pleito perdido ante las arbitrariedades del monarca. Entonces Vives perdió a la vez la protección del rey y de la reina. La del rey por no haber secundado, como tantos cobardes, su partido; la de la reina, porque Vives, en vista de la situación, había rehusado el peligroso honor de defender a la reina, aconsejándole que renunciara a toda procedura, en defensa propia, que había de resultar necesariamente inútil, ante la actitud decidida y arbitraria del prepotente soberano.

De hecho Enrique VIII había permitido a Catalina presentar dos abogados en su defensa. La reina llamó a Vives, desde Bélgica. Este volvió por última vez a Inglaterra el 17 de noviembre de 1528, con dos abogados de su confianza. Vives habla con la reina y le hace desistir de su defensa. Días más tarde —sería a fines de 1528— Vives estaba desolado, sin protectores y sin medios de subsistencia. La tragedia se había consumado. El vuelve a Brujas a refugiarse en el puerto tranquilo y consolador de sus estudios y aficiones literarias. Años después, aún tiene arrestos para dirigir una carta al rey, tratando de poner solución al conflicto. Pero el asunto no tenía ya remedio.

6. Vida tranquila en Brujas (1528-1537)

La tragedia de Catalina, la brutalidad de Enrique y la insolencia de Ana Bolena atormentaban a Vives en su vuelta a Brujas a fines de 1528. La peligrosa situación de Fisher y Moro en manos del ambicioso Wosley, hombre sin escrúpulos y sin conciencia, a merced de las veleidades del rey, afligían su corazón. Vives tenía un gran concepto de la amistad. Lo de menos era la apurada situación económica de su familia. Se sentía totalmente desamparado de sus regios protectores. La enfermedad de su suegro, había casi arruinado a la familia Valdaura. Vives, de 1528 a 1531, llevó una vida casi miserable. Afortunadamente este año de 1531, el rey de Portugal, Juan III, le socorrió con esplendidez al aceptar gustoso sus nuevas obras De tradendis disciplinis y De corruptis artibus. El rey con su munificencia regia alivió en parte su necesidad y Vives consiguió con estos nuevos tratados un señalado triunfo.

En este tiempo de penuria económica, Vives se dispone a impartir con mayor generosidad que antes sus conocimientos a un grupo de jóvenes de la aristocracia. Estos fueron algunos españoles de la mejor prosapia.

Poco después, en 1531, escribió la valiente carta a Enrique VIII, invitándole a rectificar su conducta y volver sobre sus pasos, para reparar el daño causado a la Iglesia y a su esposa.
Durante este tiempo, para no perder el contacto con un centro cultural de tanto prestigio y con una biblioteca tan rica como la de Lovaina, pasaba largas temporadas en esa ciudad universitaria. Su libro De disciplinis (Brujas, 1531) y el De ratione dicendi (Brujas, 1531), fruto maduro de largos años de reflexión y de una reiterada experiencia docente ensayada tanto en Lovaina como en Oxford, son prueba fehaciente de ello. Allí en Lovaina, encontró Vives una estima siempre creciente y una aceptación entusiasta de maestros y estudiantes. Trabajaba infatigable, no obstante su precaria salud. Editó por esos años: Liber de pacificatione (Brujas, 1529), De disciplinis (Brujas, 1531),De ratione dicendi (1532), Descriptio Templorum et Rerum populi Romani (Brujas, 1534), De communione rerum ad Germanos Inferiores (Brujas, 1535),Exercitationes animi ad Deum (Brujas, 1535), De Conscribendis epistolis (1536).

Entre las amistades que cultivó Juan Vives en su prolongada estancia en Lovaina de años anteriores y en las frecuentes visitas de ahora, además de los sujetos citados anteriormente, merecen mención especial los siguientes: Pedro Gilles, Martín van Dorp, Jerónimo Rouffaut, uno de los alumnos predilectos de Vives, Jorge de Halewyn, amigo también de Erasmo, de Despauterio y de Egidio o Gilles de Amberes; Juan de Heemstede, que siguió con especial interés sus clases de Lovaina, del 12 al 15 de julio de 1530; Francisco de Bobadilla y Mendoza, futuro cardenal de Burgos, una de las más grandes figuras del humanismo aristocrático de España. Pero, de entre todos, con quien trabó una amistad más profunda y entrañable fue con Francisco Cranevelt, profesor de Derecho en Lovaina y más tarde presidente de Consejo de Europa establecido en Malinas, para asesorar al emperador Carlos V en sus múltiples problemas de gobierno.



7. Preceptor en Breda (1537-1538)

Estos dos años que precedieron a su muerte, Vives habitó permanentemente en Breda, como preceptor de la señora Mencía de Mendoza, esposa de un importante personaje, el conde de Nassau, Enrique. Su presencia había sido requerida por el influyente conde, para dirigir los estudios de su esposa. Vives, además de dirigir sus estudios, debía orientarla en la adquisición de libros y obras de arte.

A la muerte del conde de Nassau, que tuvo lugar el 14 de septiembre de 1538, doña Mencía de Mendoza volvió a España y, pocos años después, en 1541, contrajo nuevas nupcias con Fernando de Aragón, duque de Calabria y vice-rey de Valencia. Mencía murió en la ciudad del Turia en 1554. Fue enterrada en la capilla funeraria de su familia, perteneciente al antiguo convento de los Dominicos de dicha ciudad. Sus restos fueron depositados a los pies de sus padres, don Rodrigo de Mendoza y Bivar y doña María de Fonseca. Entonces Vives volvió ya definitivamente a Brujas, donde había fijado su residencia habitual. Salvo algunas salidas ocasionales, allí permaneció casi sin interrupción hasta su muerte. 

Durante su estancia en Breda, Vives compuso sus Exercitationes Linguae Latinae, llamados vulgarmente Diálogos, que tanta resonancia tuvieron en el mundo entero, a juzgar por sus múltiples ediciones y traducciones. Es probable que ensayara la eficacia de estos Diálogos con su egregia discípula Mencía de Mendoza, aunque la realidad es que, en el momento de la edición, pensó en el Príncipe Felipe, hijo de Carlos V, y futuro rey de España, como destinatario de mayor relieve.

De esta época madura de Vives, data también una de sus obras mejor lograda: su tratado De anima et vita (Brujas, 1538). Gracias a él, mereció su autor el título, universalmente reconocido, de «Padre de la psicología moderna». Por lo que él conoció a través de sus observaciones y experiencias personales, y por lo que le dictaba su conciencia de filósofo, describe con una exactitud que maravilla la naturaleza del alma, las variadas formas de virtudes, facultades y potencias, sus hábitos, sus propiedades; analiza con sumo cuidado las leyes por las que se rigen sus diversas operaciones; nunca omite demostrar la verdad de sus conclusiones filosóficas, con ejemplos tomados del curso de la vida humana, confirmados por la historia, dando de lado todo lo vano, lo demasiado abstruso y lo que supera los alcances del humano conocimiento.

También data de este tiempo una obra de gran envergadura, en defensa de la religión católica, que Vives dejó preparada antes de morir. Es su precioso tratado apologético, que lleva por título: De Veritate Fidei Christianae. Esta obra constituyó el verdadero broche de oro con el que Vives selló su perseverancia en la fe que había profesado, cuando tantos amigos suyos claudicaban o sucumbían miserablemente en Europa ante el empuje de las olas de la Reforma Protestante.



8. Ultimos años y sepulcro glorioso en Brujas (1538-1540)

Los últimos años de la vida de Vives, en Breda y en Brujas, estuvieron impregnados de una profunda amargura. Por una parte, el desenlace dramático de personas que le habían sido muy gratas; por otra, sus enfermedades cada vez mayores en número y más agudas con el deterioro que iban causando a su salud, quebrantada ya de tiempo atrás.

Efectivamente. En mayo de 1534, Vives anuncia a Erasmo en una de sus cartas el encarcelamiento de Moro y Fisher, en Inglaterra, y el de Vergara y Tovar, en España. En enero de 1536, Catalina, reina y consorte de Enrique VIII, muere desterrada y en la miseria. En mayo del mismo año, Ana Bolena es decapitada, a impulsos de un arrebato de ira del impetuoso rey. En julio de 1536, muere Erasmo en Basilea.

Con respecto a su persona, Vives se queja amargamente de su mal de gota,le hace sufrir lo indecible. Comienza a sentir la ilusión de la muerte, para verse libre de las ataduras de la carne y de los tormentos a que está sujeta la vida. Tiene sólo 48 años, y se dispone a dejar el destierro y salir gozoso hacia la verdadera patria. Completada su carrera terrestre en pocos años, con su vida fecunda en ejemplos de virtud y fidelidad, con sus múltiples obras escritas, variadas en su temática, ricas en doctrina, cargadas de valores imperecederos, se prepara para recibir el premio de sus buenas obras y estimular a sus admiradores y amigos a que le sigan por el único camino por donde han ido los pocos y verdaderos sabios que por el mundo han pasado. Las últimas semanas de su vida, irán marcados por una singular devoción y aceptación generosa de la voluntad de Dios. Su muerte ocurre en Brujas el 6 de mayo de 1540.  que se ha apoderado totalmente de él y


9. Supervivencia de Juan Luis Vives

A Vives lo han inmortalizado tanto sus obras escritas, como los elogios que le han tributado sus contemporáneos. Ortega y Gasset en un trabajo sugerente, como todos los suyos, dedicado a estudiar la persona de Vives y su obra, refiriéndose a la época comprendida entre el 1400 y el 1650, dice que los tres centros emisores, las tres vísceras del organismo de la vida occidental en torno al 1500 son Italia, Países Bajos y España. Y concretando más su pensamiento, asigna a Vives la representación exacta de la línea divisoria de la época llamada Renacimiento. En este mismo sentido habla Américo enjuiciando el Renacimiento español.

Su obra, ingente, variada y rica por su temática, difundida por todo el mundo, ha hecho pervivir su memoria hasta llegar a nuestros días. Como apologista se reconoce la importancia de la obra De veritate fidei Christianae; como pedagogo descuella por sus Diálogos y sus diversos tratados educativos, algunos de fama internacional. Creó un sistema de educación, que se ha ido transmitiendo a las generaciones que le siguieron, arrancando de la escuela materna hasta la enseñanza propiamente universitaria. En su De disciplinis, estudia al detalle cada etapa del desarrollo intelectual y moral del estudiante, prodigando consejos y orientaciones, que han contribuido eficazmente a la reorganización racional de los diversos centros docentes en sus diversos niveles. Sus ideas pedagógicas tienen actualidad en pleno siglo veinte. Sus teorías parecen escritas ayer. En sus tratados nos habla de los grandes temas que hoy ventila la pedagogía moderna: la enseñanza por la lengua materna, la educación intelectual de la mujer, su elevación en la escala social, la participación activa del alumno en su propia educación, el ejercicio ordenado de sus propias facultades, la necesidad de la gimnasia y del juego, como estimulante de la actividad intelectual, la preocupación adecuada del personal docente, la creación de escuelas prácticas, donde los jóvenes maestros se ensayen en la enseñanza bajo la mirada vigilante y cariñosa de maestros experimentados y donde los centros que los necesiten puedan hacer la elección definitiva para el ejercicio más eficaz de la enseñanza.


Vives ha superado también su época en la manera como quiere que se traten las diversas ramas del saber: así la Historia, en lugar de ser una retahíla de nombres de batallas, personajes y sucesos, quiere que ayude a enseñar, a pensar y sentir la propia vida, aleccionados por los hechos del pasado. Sólo así será la historia, como quiere Cicerón, la verdadera maestra de la vida. La Geografía debe estudiar la manera cómo el hombre debe adaptarse a las diferentes condiciones de la naturaleza y la forma de adueñarse de ella en beneficio de la humanidad entera. En fin, Vives proclamó que la Enseñanza, como objetivo final, debe tender al desarrollo moral y religioso del alumno, a su mejor formación integral, profunda, sana, equilibrada, amplia, sin contrastes desconcertantes entre sus diversas facultades anímicas, en una palabra, que reúna en sí de manera armoniosa y concordante lo que los latinos llamaban humanitas, «filantropía» y los griegos sofrosine, «modestia», «templanza». Vives exige, además, que el pedagogo sea para los jóvenes encomendados a su cuidado, no sólo un instructor sabio y un maestro teórico en las diferentes disciplinas, sino también un auténtico modelo y un verdadero formador de conciencias y de carácter, más con su ejemplo que con su palabra. En esto Vives fue siempre en vanguardia. Toda su vida fue un acabado modelo para sus encomendados. A su vasta erudición y a su juicio recto y seguro, supo juntar una vida honrada y noble, ajustada a las normas de la sana moral y a las exigencias de sus convicciones cristianas. Así, el ilustre innovador en materia de estudios y educación, ya en la primera mitad del siglo XVI, se reveló como un representante digno e impulsor de aquel movimiento pedagógico que aun en nuestros días sigue ejerciendo saludable influjo en cuantos se esfuerzan por implantar en la sociedad y en la escuela las directrices más sanas del verdadero humanismo cristiano.

Bajo otro punto de vista, los pacifistas proclaman a Vives como pionero de los predicadores de la paz. Sus tratados De concordia et discordia in humano genere (Brujas, 1529) y el Liber de pacificatione (Brujas, 1529) contienen no sólo ideas abstractas sobre la concordia y la paz de los pueblos, sino también advertencias valientes dirigidas a las testas coronadas de la Europa de su tiempo. Igualmente su tratado De subventione pauperum (Brujas. 1526) da derecho a su autor para figurar con honor al frente de los impulsores de las reformas sociales de mayor alcance en el mundo y ser tenido como precursor de los avances más decisivos en el campo de las reformas sociales de la comunidad entre los pueblos. Bajo el punto de vista filosófico, pocos tratados pueden parangonarse con el llamado Introductio ad Sapientiam (Brujas, 1524).

Américo Castro nos da una visión bastante partidista y algo a priori de la personalidad de este escritor. Sin tantas páginas, Allen, como es su costumbre, recoge magistralmente los datos fundamentales referentes a su vida y brevemente hace referencia a algunos de los grandes elogios que le dedicaron sus contemporáneos. Mucho mejor que todos ellos, con base documental muchas veces de primera mano, nos trazan su figura egregia los que yo considero como los mejores de sus biógrafos, Emilio Van den Bussche y A. J. Namèche. Pero la realidad es que, a pesar de su recia y señera personalidad, la figura de Vives sigue para muchos olvidada o casi olvidada. Nuestro intento, con estas páginas, es contribuir a dar a conocer y glorificar merecidamente el nombre de Juan Luis Vives, el más grande humanista español del siglo XVI.


Fuente:  BIBLIOTECA VALENCIANA DIGITAL 

1 comentario:

Anónimo dijo...


Impresionante esta entrada. Amplia, perfectamente elaborada y sumamente atractiva, profundiza de forma relevante y destacada en la gran figura de Juan Luis Vives. Gracias.