martes, 24 de enero de 2012

ANTECEDENTES HISTÓRICOS HISPANO-EUROPEOS EN PERÚ - II

"Organista en la Capilla de Tinta". M. Chambi 
En la nota anterior se ha visto la contraposición que en el plano de lo filosófico  y de los valores se dio entre España e Inglaterra. Así España optará por mantenerse fiel a la tradición epistemológica medieval, por ende se identificó con la perspectiva neoescolástica, cuya vigencia se mantiene actual aún hoy en día. Inglaterra en cambio asume una perspectiva contrapuesta al hacer suya la visión de los franciscanos de Oxford, quienes como afirma Leopoldo Zea «perfilan al hombre y ciencia modernos».

Aquella diferencia de visión entre esas dos naciones irá de la mano con una confrontación abierta entre España e Inglaterra, la que se manifestará  tanto en el terreno de lo político y lo militar como en sus respectivos modelos de colonización del continente americano. Según Juan A. Ortega y Medina a quien acota Leopoldo Zea, se puede señalar como factores en pugna entre ambos modelos: el de la posición de la Reforma protestante versus la Contrarreforma, el desarrollo náutico inglés versus el estancamiento naval español, y entre el ordenamiento social de Inglaterra mayormente en base a la iniciativa privada y a la libertad de comercio, versus el férreo control y monopolio comercial en España.

Puede señalarse que paradójicamente el engrandecimiento de España al consolidar su imperio en la América nuestra, dará lugar a un ocaso relativamente rápido del poder español a resultas de las guerras de España en Europa, conflictos que derivan del haberse reunido en Carlos V las coronas de España y del Sacro Imperio Germánico, conflictos que llevaron a una rápida dilapidación del ingente caudal de oro y plata proveniente de las colonias americanas españolas. Inglaterra por contraste y como bien acota Zea,  al estar poco interesada en ser una fuerza hegemónica en Europa, dio preferencia a desarrollar su propio imperio continental americano.

Cabe ahora referirse a la visión prejuiciosa de la ‘Leyenda Negra’ del coloniaje español, porque si bien es innegable la crueldad, las vejaciones y el despojamiento de los pueblos prehispánicos, así como el habérseles diezmado a resultas de las enfermedades traídas por los conquistadores; sin embargo los detractores de España silencian que desde el primer momento hubo mestizaje de sangres,  que la Iglesia Católica recibía como fieles a los indios dentro de la comunidad religiosa de la sociedad colonial, o que las leyes de la Corona tuvieron un claro sentido protector y de reconocimiento de la condición de seres humanos de los americanos oriundos.

Pero si de una Leyenda Negra se trata también cabe aplicarla a la colonización inglesa, como es el haber aplicado como argumento ‘científico’ el que los naturales de la América inglesa correspondían a una especie humana inferior a la de los colonizadores, de modo que el afán de la pureza étnica inglesa resultó aún más vejatoria que la ejercida por España, al irse traduciéndo ello en el despoje de territorios indios y no pocas veces en la abierta exterminación de grupos aborígenes de la América del Norte.

En resumen: la relativamente rápida decadencia del Imperio Español ya desde los siglos XVI y XVII, contrasta con la expansión mundial del imperialismo inglés. Ello implicará que mientras el modelo democrático y del liberalismo económico se afianzó,  incluso cuando Estados Unidos deviene en una nación independiente, los países nuestros se moldearon bajo una institucionalidad derivada del anacrónico orden político y social español. Pero a cambio de esto, si en la América del Norte prevalecerá la visión del pragmatismo utilitario propenso al individualismo y al puro materialismo, en lo más hondo del proceso formativo de países como el Perú, se enraizaron las ideas del humanismo solidario neoescolástico, legado que irá aunado a la riqueza de la cultura  y sabiduría de lo americano prehispánico.

De ésta manera, el proceso que ha ido dando forma a nuestra forma de ser como país, es uno bastante complejo al confluir en él dos grandes fuente formativas: la visión humanista a la que cabe denominar como la perspectiva neoescolástica y que nos trajo España,  y la singular riqueza de la tradición enraizada en lo americano prehispánico, la que aunque mayormente se vive en el llamado Perú  Profundo, sin embargo también  influye decisivamente en la evolución de la realidad nacional. El reconocer la profunda huella de estas dos fuentes en nuestra forma de ser, no significa para nada desconocer todos los aportes que otras culturas de diversas partes del mundo han contribuido al acervo cultural de lo peruano.

Ocupándonos de inmediato de la primera fuente: la de aquel humanismo neoescolástico, para referirnos posteriormente al gran aporte de los pueblos prehispánicos, podemos decir que el humanismo español de raigambre cristiana es una perspectiva que ha conferido una singularidad al carácter nacional del Perú, aunque acusando una distancia respecto a la otra gran perspectiva de lo que fue dándose como la ‘modernidad’ europea del Renacimiento en los siglos XVI y XVII. Tal movimiento de la modernidad pronto empezó a acusar ciertos aspectos que se contraponían a la tradición cristiana medieval y escolástica, tradición ésta a la que España asumió la tarea histórica de conservar. Es a esto a lo que se denomina el neo-escolasticismo y que se enraíza en la singular obra de Santo Tomás de Aquino al escribir su Summa Theologica, tratado que instituye todo un ordenamiento social, cultural y espiritual abrevado en la tradición cristiana medieval.

Hay que dejar esclarecido que tal tradición del neo-escolasticismo es una profunda indagación, dentro de la perspectiva cristiana, del triple misterio del mundo y del cosmos, del hombre en sí y del orden de lo divino y lo trascendente. Es más el neo-escolasticismo estuvo muy lejos de ser una mera preservación inmovilista de la historia, al haberse orientado hacia una lúcida actualización de la tradición medieval ante las  insoslayables realidades de la nueva época de la modernidad. Basta mencionar el haber instituido el Derecho Internacional para regir la relación entre las naciones del orbe.

El neoescolasticismo acusa hoy una especial actualidad, como lo demuestra la obra de filósofos de la talla de Jacques Maritain, dándose en dicho movimiento una convergencia entre los órdenes de lo espiritual y de lo temporal bajo el signo de la libertad,  ello no sólo en el sentido de lo político y lo económico sino como facultad inalienable del alma humana. El humanismo neoescolástico no es ajeno al perfeccionamiento permanente de la institucionalidad social, cuidando que tanto a nivel de lo individual como de lo colectivo impere el ‘bien común’, éste en su doble dimensión de lo espiritual y de lo temporal.

Lo expuesto es suficiente para atisbar la riqueza de la herencia neoescolástica de los pueblos americanos indohispánicos —justamente en estos tiempos signados por la aguda crisis de valores que aqueja la civilización occidental—,  herencia cuyas posibilidades en la creación de una nueva cosmovisión de la realidad, permitirá devolver al hombre contemporáneo un nuevo sentido de armonía entre lo sagrado y lo profano.

La segunda gran fuente formativa de lo peruano y lo indohispánico está conformada por los valores y la visión que caracterizan al mundo andino, tanto el quechua como el aymara. La valorización de nuestra tradición prehispánica se ve confrontada por el proceso de desmitificación que hoy caracteriza a la civilización occidental, amén de la pronunciada tendencia de la modernidad hacia el imperio de lo puramente cuantitativo en desmedro de lo cualitativo.

El hombre contemporáneo postmoderno deviene hoy en una suerte de recinto aislado, una verdadera ’mónada’ humana tan subjetiva como mecanicista, por ende divorciada tanto respecto a los otros hombres como ante su propia realidad como ser humano, pero también frente al orbe cósmico del universo. El hombre ha terminado reducido a un suerte de ente  encerrado dentro de su egoísta individualidad, con una identidad constreñida sólo a su naturaleza fenoménica y funcional y reducida a meros índices cuantitativos. En el universo del hombre contemporáneo ni aún el misterio de la vida posee sentido o propósito alguno.

Frente a este cuadro de la modernidad occidental, el mundo de lo andino se yergue pleno de significados y de experiencias vitales y ajeno a aquella egoísta soledad de la postmodernidad actual. El hombre andino vive dentro de una urdimbre de lazos intensamente vivenciales de solidaridad plena con su comunidad y en una relación telúrica y umbilical que lo une a la madre tierra, la Pachamama y a los Apus. La realidad como un todo solidario del cosmos y del hombre abarca tres grandes mundos: el de ‘arriba’ o celestial, el de ‘aquí y ahora’ o terrenal y el de ‘abajo’ o mundo subterráneo, mundo éste en el que los muertos siguen viviendo lado a lado con las fuerzas germinales en las entrañas de la Pachamama. Dentro de esa urdimbre de relaciones,  las figuras sagradas cristianas están en una simbiótica relación con las deidades y valores prehispánicos que subsisten hasta hoy, dándose un singular sincretismo de lo católico con lo andino prehispánico, sincretismo que estudiosos como el Padre Manuel Marzal y otros, las consideran expresiones auténticas y singulares de la religiosidad de los pueblos andinos.

Pero el mundo andino no se limita a lo que podríamos llamar los significados de orden metafísico o religioso. El hombre andino ha sabido preservar ideas como la unicidad del espacio y del tiempo expresada en el término único de pacha —concepción que significa simultáneamente espacio y tiempo precediendo desde antiguo a la idea einsteniana del continuo espacio-tiempo—. Hay una interrelación diríamos osmótica entre los ciclos del pasado, el presente y el futuro, dándose verdaderas crisis cíclicas o pachacuti en el devenir del tiempo y de  la historia, devenir del tiempo en una suerte de espiral  que conjuga la vieja noción prehispánica del tiempo cíclico y la linealidad del tiempo escatológico o de las últimas realidades del cristianismo.

Hasta aquí llega esta revisión, sucinta en extremo, de las dos grandes fuentes formativas de lo peruano y del mundo indohispánico[1], pero con lo expuesto podemos apreciar la riqueza de la potencialidad creativa de una y otra fuente en el proceso formativo de nuestra forma de ser. Es en la complementariedad de ambas, donde se encuentra la clave crucial del proceso afirmativo de nuestra identidad.



Notas: 

[1] Lo indohispánico comprende el espacio de la Comunidad Andina en su versión original 

Bibliografía:

Richard M Morse, El Espejo de Prospero. Siglo XXI- Editores.
Leopoldo Zea, El Pensamiento Latinoamericano. Ariel.

Lecturas Recomendadas:

Guamán Poma de Ayala, Nueva Crónica y Buen Gobierno.
José Enrique Rodó, El Mirador de Prospero. Editora Nacional-México.
Leopoldo Zea, Filosofía de la Historia. Tierra Firme.
Julián Marías, Historia de la Filosofía. Revista de Occidente.

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