jueves, 12 de abril de 2012

DE LO INÚTIL EN TIEMPOS DIFÍCILES

"No se llega a gran hombre si no se tiene el coraje de ignorar una infinidad de cosas inútiles". Carlo Dossi

"El que compra lo superfluo, pronto tendrá que vender lo necesario". Benjamin Franklin

En España hay una exaltación permanente de lo inútil: cosas, cargos, prebendas, estamentos y personas. Así difícilmente podremos superar la crisis económica y mucho menos la social o la política que también estamos padeciendo. Una situación insostenible, que va dejando un reguero de desolación y pobreza a su paso, inferida como consecuencia de esa crisis más profunda, que tiende a ocultarse o que muchos siguen sin querer ver, que es la referida a los valores humanos más elementales. Unos valores que han terminado compartiendo fosa común con lo espiritual, que en buena medida también ha quedado medio enterrado bajo el peso del materialismo iridiscente, que nos ha tenido obnubilados y enganchados al dios Euro. Un nuevo becerro de oro; una feráz ubre a la que muchos hubieran querido seguir amorrados, sin importar si algún lechón se quedaba sin ser amamantado, o si moría en algún rincón de inanición. Había abundancia... para casi todos. Y por más que en el casi cupiesen varios cientos de millones de seres humanos, los gruñidos y el arruar de la piara no dejaban escuchar nada más, aunque fuera el llanto de un niño.

Ahora necesitamos con urgencia un lider para reconducir la situación y, por lo tanto, que nuestro Presidente sea, por fin, un verdadero hombre de estado. Un Presidente ejemplar, que asuma debidamente la responsabilidad que aceptó y juró con su cargo, o que, en caso contrario, renuncie al puesto, si por algún motivo creyera que le viene grande; que también es de grandes hombres saber renunciar a aquello para lo que no están capacitados. España no podría soportar por otros cuatro años más a otro iluminado accidentado o a otro Presidente por accidente; y los españoles tampoco. Ni siquiera podríamos soportarlo cuatro meses o cuatro semanas más.

Es hora de coger el timón con mano firme y poner rumbo hacia la razón, guiados por el sentido de la responsabilidad y el compromiso. Basta ya de vaguedades; basta ya de medias verdades; basta ya de incompetencia, irresponsabilidad, despropósitos, cosas inútiles, mediocridades, bandazos y estacazos a la ética y los valores. Basta ya de que los políticos, unos y otros, vayan a lo suyo o a por lo suyo, a cambio de lo nuestro. Basta ya de sacrificar el bien común al goce de unos pocos.

Somos una gran nación, que produce magníficas personas en cada una de sus villas, pueblos, ciudades y regiones; en cada uno de sus rincones sin excepción. También en cada una de sus diecisiete comunidades, no sea que alguno tenga que reivindicar su presencia, por no sentirse aludido al hablar de España. Pero lo que ahora toca, más allá del color de la bandera, del acento o la lengua, más allá del egoísmo, el provincianismo, el regionalismo o el nacionalismo absurdo, insostenible, insolidario e innecesario, es demostrar nuestra gallardía. O nos unimos y empujamos todos a una, mano con mano, codo con codo, hombro con hombro, o nos hundimos todos sin remisión. Algunos se iran al fondo aferrados, enredados y amortajados con sus banderas comunitarias, como un sentido homenaje a lo absurdo. Al llegar al lodo terminarán formando un colorido arrecife multicolor, a modo de eterno monumento a la necedad.

Mantenerse a flote no será fácil y tampoco librarse del lastre de lo inútil, pero en todo caso y para conseguirlo hace falta mantener la unidad, en base a un verdadero liderazgo y a la debida potestad para llevar a cabo las decisiones que se tomen. Una potestad que, voluntaria y democráticamente, los españoles hemos concedido a nuestro Presidente, bien porque nos lo pidiera él con insistencia, bien porque no hubo mejor opción; en todo caso, ostenta esa capacidad por aclamación popular y por designación de las urnas. Ahora le toca a él demostrar que además de potestas dispone de auctoritas y asumir la responsabilidad que le corresponde, con la integridad y la grandeza que debería tener todo verdadero hombre de estado. Si lo hace, el deber de todos los demás será seguirle, pues nos guste o no, navegamos en el mismo barco. De ahí la necesidad, entre otras cosas, de establecer un gran pacto de estado y terminar con lo inútil o lo superfluo sin más dilación. No hay más tiempo para zarandajas, veleidades o medias tintas.

Por descontado, la inmensa mayoría, incluso aquellos que públicamente siguen sin reconocerlo, somos conscientes de las dificultades y del inmenso páramo sembrado de sal que su predecesor nos ha dejado. Un erial que abarca no solamente lo económico, sino también lo social, lo político, lo cultural y sobre todo lo humano. Pero podemos, debemos y queremos salir de esta situación. No estamos dispuestos a dejarnos llevar por la sinrazón o el abatimiento y además... no tenemos otra alternativa.

Quizás no lo consigamos todos y sin duda será mucho lo que tendremos que dejar por el camino, pero al menos la mayor parte se habrá salvado. Y el que quiera ver, descubrirá que en medio de las dificultades y el dolor, también habremos sido recompensados, pues pocas cosas hay de mayor valor en la vida que la superación y poder aprender de nuestros errores o de las dificultades, en este caso para recuperar la parte de humanidad perdida. Un aprendizaje que también debería servir para cambiar el modelo social, que es lo que, precisamente, daría algún sentido a todos esos miles -millones- de vidas rotas, cuyo sacrifico no habrá sido en vano.

Ponga el timón a la vía y navegue, Señor Presidente; navegue a rumbo con decisión, inteligencia, honestidad y valentía... o terminará formando parte del inmenso monumento a lo inútil en que se habrá convertido España. 

Por Alberto de Zunzunegui

2 comentarios:

bitdrain dijo...

Muy buena entrada. Comparto su opinion.

Un saludo.

Humanitum Iratus dijo...

Muchas gracias por el comentario y por seguir nuestra página. Un cordial saludo,

Alberto de Zunzunegui